Llegada Casual a Kumogakure no sato

Mi aldea, y su consistente tranquilidad me estaba hartando. El incidente del renegado fue el único momento excitante a lo largo de mi vida como Raikage. Estaba esperando algún desafió por el cual pasar, y ayudar a mi aldea a ser algo grande, algo que todo el mundo Shinobi recordaría. Mis paseos rutinarios en la aldea ya empezaban a ser monótonas con el tiempo. La gente no me estaba viendo como una celebridad ya, si no, era mas bien otro aldeano de Kumokagure. Otro aldeano, débil e indefenso. Mi mente estaba llena de rabia pensando en eso. ¿ Débil? ¿Indefenso? Mis pesadillas volvían a la realidad mientras caminaba por el camino rocoso, y sin darme cuenta, ya estaba en la entrada.

Un ANBU me detuvo, me agarro del pecho y me sacudió, levantándome de mi parálisis mental. Estaba en la entrada, mas bien salida. La puerta se encontraba arriba mio, y adelante, las montañas que nos separaban y nos hacían únicos. Sentí una presencia, un presentimiento que hizo mi espina vibrar. Mire hacia los lados con un movimiento de cuello, y pude ver a alguien extraño. A simple vista una mujer, me acerque a ella, dejando a los ANBUs atrás. Era una chica bella, desvié mi rumbo en el ultimo momento, y agarre una flor que se encontraba cerca de la entrada de unas hierbas que salían de las grietas. La tome con cuidade, y retome mi rumbo.

Estire el brazo y le puse la flor cerca de su cara. La mire -A usted no la he visto por estos lugares ¿ Pudiera saber de donde es?- Le dije con la mejor cara de conquistador que pude poner.

El pelo de la kunoichi brillaba con el sol radiante que salia de las montañas. Un viento acogedor me daba en la cara mientras contemplaba a la mujer. Sus ojos eran del mismo color mio, un morado exótico, bastante raro de ver en Kumo. Su presentación fue corta ¿Aldea del Sonido? Un presentimiento de inseguridad paso por mi mente. Ellos eran conocidos como rufianes, como renegados en contra de las leyes. Aún así su belleza me quitaba cualquier duda, era como que te hipnotizaran. Se sentía mal, pero bien a la misma vez.

-Aldea del Sonido.. ¿Se puede saber que hace en Kumogakure?- Le dije, aún tratando de mantener mi serenidad y mi expresión. Las dudas seguían pasando por mi cabeza, pero se desvanecían mientras mas miraba a la Kunoichi. Parecía alguien que no haría daño, y por si lo hacia, la estaba esperando.

Su respuesta me causo gracia, reí un poco mientras la miraba. Parecía que decía la verdad, y si no lo decía, me seria fácil matarla en privado, sin tener a otros testigos. Caminé un poco hacia adelante, dejando mi espalda a la Kunoichi. -Sígueme, yo te llevare con el Raikage.- Le dije cortante, caminando adelante de ella para que siguiera mi camino.

No me importaba mucho el porque ella quería empezar una nueva vida, habia escuchado muchas historias de la aldea del Sonido, y ninguna me inspiraba confianza. Mientras caminaba giraba mi cabeza para mirar si todavía estaba atrás de mi. Habíamos llegado al edificio, le dije que esperara un poco afuera, para informarle al Raikage. Otra mentirita piadosa mas.

Entre en el edificio, recibiendo el saludo de todos subí mi dedo hacia mis labios, señalando que se mantuvieran en silencio. Entendieron y siguieron con la marea, le hice señas con la mano a la chica para que entrara, obediente lo hizo. Entramos y subimos las escaleras, como todo un hombre caballeroso le abrí la puerta de mi despacho. Le dije que se sentara en un asiento, también lo hizo. Avancé hacia adelante después de ella, y la rodeé para sentarme en la silla del Raikage.

-Y bien, para que querías verme.- Dije para tomar una bolsa de malvaviscos escondida meticulosamente abajo del escritorio, para después poner los pies arriba de la mesa y abrir la bolsa.