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Silencio........
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Así era en aquellos momentos aquella lejana y casi perdida parte del Bosque. Una suave brisa matutina azotaba suavemente las hojas de los árboles provocando una dulce y armoniosa melodía, el sol brillaba en el cielo sobre la cabeza de aquel misterioso ninja que en aquellos momentos estaba apoyado tranquilamente sobre el tronco de un árbol, se mantenía de pie, mientras, con calma fumaba tranquilamente sin nada que le distraje de aquel maravilloso día primaveral...
Gilbert se mantenía sereno y relajado, intentando olvidar todos sus problemas cotidianos. Su gata Ayumi trepaba los árboles divertidamente jugueteando y asustando a los pájaros que tenían sus nidos cerca. Por una vez, Gilbert deseaba que el tiempo se detuviera para siempre. Sin embargo, sabía que eso no era posible. De todas formas, no iba a dejar que aquel día se estropease facilmente.
Recuerdos de su pasado luchaban por abrirse paso entre su mente y dominarlo bajo su influencia. El joven Ninja aun se atormentaba a menudo con aquellos pensamientos crueles y tristes, casi todas las noches se despertaba en mitad de esta de repente, cansado y sorprendido, sufriendo terribles dolores de cabeza. Eso estaba pasando factura sobre el joven lentamente, pues, aunque aun era casi imperceptible, la falta de sueño y su sentimiento de culpabilidad lo estaban atormentando hasta llegar casi a la locura. Por ello, Gilbert sabía de la importancia de este día para él. Quizás incluso se sentía capaz de establecer conversación con alguien aquel día, aunque solo quizás... al fin y al cabo en aquella parte del bosque no solía venir nadie, motivo por el cual Gilbert la frecuentaba a menudo.
Gilbert con calma dio una larga calada del cigarro que tenía en su mano, este era uno de los pocos vicios que se permitía, sin embargo, al contrario que el resto de humanos, su metabolismo no sufría aquella necesidad imperiosa y casi enfermiza de fumar constantemente, de hecho, no solía hacerlo demasiado a menudo, fumaba en raras ocasiones en las que la situación así lo permitía.
Apenas si quedaba una calada más del cigarro cuando una fuerte brisa de viento lo apagó de súbito, el pelo de Gilbert ondeó rápidamente hacia la derecha para luego volver a ponerse en su sitio, como si nada hubiese pasado. Gilbert, cerró los ojos con calma, sumido en sus pensamientos y tiró el cigarrillo lejos.
Aquel día le depararía algo bueno al fin, estaba seguro de ello.