Armándola gorda

En el aire se abalanzaban los gritos, llenos de queja e indignación. No se que me había dado, pero de pronto me sentí como si no pudiera parar de hacer aquello.
Ahí estaba yo, con una sonrisa en mi rostro mientras una multitud furiosa me perseguía. En mi mano habían cinco petardos, mientras que en la otra tenía una antorcha para prenderles fuego. Los pantalones de algunos de mis perseguidores estaban chamuscados, sobretodo por el lado trasero. Mi carcajada destacaba entre las pisadas y gritos enfadados, mientras que como loco corría intentando darles esquinazo.
Giré otra esquiina, y aproveché el momento en el que no me veían para hacer mi jugarreta...
La multitud pasó de largo delante de mí, mientras perseguían a una mera ilusión. Casi no podía contener la risa; era la primera vez que había hecho tal travesura, y extrañamente me sentía bien. Una vez que la multitud desapareció entre las calles de Kumo, mi cuerpo se asomó en una pared en la cual estaba camuflado y mi silueta volvió a su color original.

-Esta si que es buena...-

Me dije mientras comenzaba a caminar por las calles entre risas, ignorando las miradas curiosas.

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