En un rincón aislado y remoto de la aldea, cerca de los límites de la misma se encuentra una pequeña cabaña, la cual a pesar de tener una fachada humilde y pobre, está compuesta por maderas preciosas y finas, como el cedro, roble y caoba.
A pesar de ser pequeña por fuera, por dentro todo el espacio es aprovechado en su totalidad, puesto que a pesar de estar de unas medidas algo cotidianas (10 metros x 8 metros) aprovecha su espacio haciendo a un lado las divisiones de habitaciones, haciendo que dentro solo tenga una gran habitación conformada por una pequeña cocina, una zona de descanso que cuenta con una cama individual y un pequeño rincón de lectura donde tiene un gran sofá cómodo, algo viejo y maltratado pero funcional y claro esta no podía faltar un cuarto de servicio (sanitario), que constara de lo esencial, una regadera, un excusado y un lavado. Sin duda alguna esta pequeña y humilde cabaña contiene todo lo esencial para una persona.
Una tarde cuando los rayos de sol atravesaban cínicamente las delgas cortinas que se encontraban cubriendo la ventana la cual estaba junto a la cama de Chris, dándole en el rostro, hicieron que este comenzara a despertar lenta y suavemente, un poco disgustado ante esa manera de despertar se incorporó, quedando así sentado sobre la cama, el joven de cabellera naranja no pudo evitar dar un gran y fuerte bostezo, no pudo evitar estirarse mientras bostezaba, puesto que había dormido tan plácidamente que no le quedaban ya ganas de seguir siquiera recostado. Tras haberse levantado, duchado haber roto el ayuno a una hora cercana a las 3 de la tarde, salió de la casa un tanto alegre, no podía contener su felicidad, ya que se encontraba en un día muy cálido y tranquilo, y mientras que una fresa brisa recorría el lugar se fue alejando lentamente de su cabaña mientras chiflaba armónicamente al viento, parecía como si el y aquella brisa fueran tomados de la mano como dos grandes amigos…