Misión D ~ La mascotte égarée.

Cuando menos me dí cuenta, ya estaba sentada del lado derecho de la anciana, escuchando sus lentas y frágiles palabras, algo como de que se le había perdido su perrito. Oh Dios, la compadecía. Una de las cosas más tristes que me podrían suceder al menos a mi, era extraviar a mi adorado Zéphyr, que era más que un compañero, un fiel amigo. Éste me dió un pequeño empujón por la espalda con su osico, como sí quisiese decirme algo, o más específicamente, animándome a que le propusiera algo a la mujer de la tercera edad; al igual que yo, parecía tener lastima— ¡No se preocupe, le traeré a su perro cueste lo que cueste señora! — No dudé ni un segundo en ofrecerle mi ayuda, me haría sentir mejor conmigo misma y le daría un gran regalo a la ancianita. Ella me miró al instante, con unos ojos ilusionados pero nada más eso, nisiquiera una sonrisa. Se levantó, me pareció un poco grosero que no me agradeciera aunque sea por prometerle algo, aunque bueno... la clave de el ayudar es no esperar nada a cambio... ¡pero what the fuck! nisiquiera una mugrosa y simple palabra, con eso me conformaría. — Vamos amigo... — Me llevé a un lado a Zéphyr y juntos comenzamos a caminar en busca de algún pequeño canino con las características que nos habían dado.

Primeramente me fije en el alrededor, buscando algo blanco con manchas cafés... blanco con manchas cafés... blanco, manchas cafés... ¡Nada de nada! Lo peor que le puede pasar a alguien con intenciones de ayudar es no tener ni una pista de el objeto a buscar, o eso creo yo.