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 Los recuerdos... [Entrenando al Nibi]

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MensajeTema: Los recuerdos... [Entrenando al Nibi]   Los recuerdos... [Entrenando al Nibi] Icon_minitimeVie Ago 05, 2011 3:46 am

Los recuerdos... [Entrenando al Nibi] Asas-3
M e m o r y;
Part ~ I

[125 Líneas]


Sus pasos eran lentos, se escuchaba el crujido de hojas secas, tierra mojada, causa de que se encontraba lloviendo. Le encantaba la lluvia, caminar bajo ella, le daba tranquilidad. Una fría brisa corría, la cual a cualquiera le causaría escalofríos, pero a ella no, ella la disfrutaba, le gustaba el frío, quizás porque su corazón era así, frío como el hielo y casi nunca mostraba emoción alguna, y si la mostraba era todas fingidas, no tenía razón para mostrar como era realmente, mostrar sus emociones a alguien es especial, nadie las merecía.
Sus ojos se encontraban entrecerrados, mirando las tumbas de ninjas caídos en guerra, muertos en asesinatos, o simplemente de vejez o alguna enfermedad, seguro nadie recordaba a esas personas, tampoco ella las recordaría, no eran nadie importante, de su respeto, eran simple personas que murieron y nada más.
Su respiración se podía ver, causa del frío, su cuerpo se encontraba pálido, quizás por la situación en la cual se encontraba, más no lo sabía bien ya que su cuerpo, su piel de por si ya era bastante blanco, rozando lo pálido, pero no era momento de fijarse en eso, no era cosa de importancia, por lo menos no mucha. Suspiró y se paró delante de una lápida, el tiempo de ella era aproximadamente de hace unos 30 años. La pelinegra ladeó la cabeza y comenzó a recordar unas cosas del tiempo pasado, su infancia… No era algo muy interesante, fue común. Jashin-sama, como había comenzado a seguir a su precioso Dios, y solo pensar que lo conoció gracias a aquel collar, su rosario con el triángulo dentro de un círculo. Al comienzo le parecía raro, luego comenzó a escuchar aquella voz en su mente, diciendo que matase y matase, cosa a la cual no se negó y así terminó en una masacre… Todo fue tan patético al decir verdad, todos habían muerto rápidamente.

—Recuerdos…- Susurró mientras levantaba la vista hacia el cielo. La luna, iluminaba aquella fría y lluviosa noche, dándole un toque hermoso, algo melancólico a aquella escena, era, bastante raro. Nuevamente comenzó a caminar, hasta llegar a un árbol, en el cual subió, recostándose contra una rama pensando, recordando cosas del pasado. Muchas personas que en su momento fueron importantes para ella recordó, gente que odiaba, gente que era conocida o de un muy poco querer. —Todo esto comenzó desde que me marché.- Le dijo a la nada, mientras se quitaba los guantes que llevaba en sus manos, dejando a la vista su blanca piel. Miró sus manos, observó con detalle, a su mente vino recuerdos de ocasiones pasadas, donde estuvieron manchadas, llenas de sangre. De inmediato vino a su cabeza gritos, lloriqueos, chillidos de piedad, llanto de niños, bebés, mujeres que serían viudas de ahora en adelante, aunque dentro de poco se juntarían con sus esposos, familia, ya que les aguardaba el mismo destino; morir en sus manos, siendo masacrados, sufriendo, morir dolorosamente.

—Luego de eso… obtuve al Nibi.- Susurró ladeando, la cabeza. Tiempo había pasado desde que había atrapado al Bijuu de dos colas, el Nibi, aquel ‘‘gatito’’ como le gustaba llamarle. Como había sido sellado dentro de ella ni lo recordaba, ni como lo había conseguido, nada de eso recordaba, que memoria la suya, pero bueno, no le afectaba mucho así que no le daba mucha importancia. ¿A que edad lo había tenido? No lo recordaba, pero no pasaba los 13 años de seguro… 13 años, era una niña en ese entonces. —Qué mierda.- Dijo en su tono tan ‘‘educado’’ de ella.

—Controlarlo… Menuda ‘‘lucha’’.- Comentó algo divertida, soltando una leve risa, al comienzo cuando intentaba controlarlo a lo bruto terminaba desmayada en cualquier lugar, inconciente durante días, muchas cosas que le daría ¿pena? Quizás un poco, pero si, así era ella antes, bueno… Era una niña después de todo, no tenía nada de que avergonzarse. Rápidamente vino a su cabeza la vez que le intentaron quitar el Nibi. —Ese tipo… era detestable.- Susurró, chasqueando la lengua, le causaba rabia recordar a ese sujeto, aunque de seguro ya se encontraba muerto, solo se había escapado de ella, de una muerte segura porque se había desmayado, si no hubiera sido por eso por eso, de seguro le hubiera matado, estaba segura de ello, aquel tipo no merecía vivir, aquel tipo tenía que morir, masacrado, sufrir… Si, tenía que ser así.

—Aunque…- Susurró dibujando una leve sonrisa en su rostro, gracias a el había aprendido a controlar un poco la bestia dentro suyo. —Y pensar que eso comenzó por un simple empujón…- Absurdo, si, lo era y mucho, demasiado siendo exactos. Todo eso había pasado por un pequeño empujón.



Una niña de aproximadamente 13 años se encontraba caminando por las afueras de la aldea de Otogakure, se encontraba mirando todo a su alrededor, consigo llevaba una espada la cual llevaba amarrada a su espalda. Sus ropas eran comunes, como las de todo Ninja, una camisa de red, una remera negra arriba, dejando al descubierto su estómago. Una falda y debajo de ellas unas calzas de red, calzado Ninja, todo común y sin olvidar por nada su preciado rosario de Jashin-sama. Su paso era tranquilo, una de sus manos era tapada por un guante el cual dejaba sus dedos a la vista, la otra se encontraba desnuda por así decirlo.

—Oye…- Una suave y dulce voz se escuchó, llamando la atención de la pequeña, que volteó a donde provenía esa voz. Una anciana se encontraba tratando de quitar un yuyo de su patio. Yoko ladeó la cabeza y miró, era una casa bastante humilde, pero no se sorprendía de ello. La pelinegra se acercó a ella, intentó quitar el yuyo, con su mano sin guante. Al pegarle el tirón se le resbaló dicho yuyo, ya que se encontraba mojado por la lluvia que había estado anteriormente. Yoko calló de inmediato hacia atrás y chocó contra un tipo que pasaba por hay, causando que este cayera al piso. Era un hombre de aproximadamente unos 27 años, rubio y bastante alto. En su rostro había una pequeña cicatriz en su mentón, sus ojos eran rojos color sangre, como los de la niña, solo que los del aquel sujeto se encontraban llenos de odio, pudor, desesperación, miedo, entre otras cosas.

—¡Estúpida pendeja!-Le gritó enojado, mientras tomaba a la niña de sus largos cabellos, tirando de ellos hacia atrás. La anciana al ver dicha escena, le pidió al tipo que soltara a la pequeña, pero el mayor se negó y se levantó del suelo, sin soltar los cabellos de Yoko, tirando de estos. La anciana con temor comenzó a dar pasos hacia atrás, tenía miedo que aquel hombre le hiciera daño. El rubio soltó los negros cabellos de la chiquilla, de forma brusca, tirándola como si fuera una muñeca de trapo y rápidamente tomó del cuello a la anciana, apretando del mismo y ahorcándola. La mujer de mayor edad intentó zafarse desesperadamente de su agarre, rasguñando sus manos para que la soltase, aunque fue en vano, ya que no lo logró sino lo que causó que el rubio se enojase más y rompiera su cuello, causando su muerte instantánea.

—Ahora tu…- Le dijo con una voz grave, dibujando una sádica sonrisa en su rostro, volteando y mirando a la chica con odio, odio sin razón alguna. Yoko ladeó la cabeza, no entendía el porque del comportamiento del chico. —¿Por qué?- Solo preguntó, mientras el otro se acercaba a ella, tronando sus dedos intentando causar temor en la menor, aunque era un intento fallido, ya que no causaba si un solo temblequeo, ni una pizca de miedo en ella. El rubio notó eso y al parecer le enfureció más, y golpeó en el rostro a la chica, manchando su blanca piel y mandándola a unos metros de el.

—¡Témeme, muere de miedo, vive tus últimos minutos de vida!- Le gritó de forma sádica, demente.

—Cierra la boca, estas tu más asustado que yo, que al decir verdad ni miedo te tengo.- Le contestó, levantándose del suelo y limpiándose sangre que salía por la comisura de sus labios. Lo miró, se encontraba tranquila, pero aquel sujeto se puso nervioso y comenzó a maldecir, sobre ella, su familia, sus raíces, que al decir verdad poco le importaba, hasta que se metió con su apreciado Dios. —¡Cierra la jodida boca, Jashin-sama te castigará!- Le gritó frunciendo el ceño, podía decir lo que quisiese, pero con su Dios no se metía. Impulsiva, tomó su espada y atacó a lo bruto. El rubio apenas pudo esquivarlo, pero no se salvó de sufrir de un tajo en el brazo, el cual era bastante profundo.

—¡¿Qué rayos?!- Pensó el tipo, que ahora se encontraba asustado, pero no quiso mostrarlo, aunque a la vista era más que obvio.




—¿Uhm?- Yoko salió de sus pensamientos, recuerdos, al escuchar un ruido, un maullido. Bajó del árbol de un salto y comenzó a caminar, buscando de donde provenía aquel sonido. Caminó y caminó, hasta llegar a una lápida, el maullido se hizo más fuerte. —Un gato…- Pensó mientras caminaba, y miraba atrás de dicha lápida, allí pudiendo divisar un pequeño gatito negro, el cual se encontraba temblando, echo un ovillo, muerto de frío al parecer. La femenina con cuidado se agachó y tomó con suavidad al felino, posándolo sobre sus brazos, acurrucándolo en su pecho. —Pobrecillo.- Susurró mientras abría su chaqueta, y lo ponía dentro de ella. El gato abrió uno de sus ojitos, dejando ver su amarilla mirada, y soltando un afónico maullido, se acurrucó en su pecho, buscando calor, seguridad. Suspiró.

—No tendrías que estar por aquí, en especial con un clima así.- Le dijo al gatito entre sus brazos, sonriéndole con un dejo de ternura. Yoko a pesar que era una criminal, la líder de una organización buscada, una sádica, demente, todo lo que quisiesen y imaginaran, pero con los felinos, los gatos, era sumamente cariñosa. Eran hermosos, perfectos. Su pelaje, suave como la seda, sus ojos eran como perlas. Finos, una palabra para ellos, perfecta y que encajaba como anillo al dedo. Admiración, si, eso sentía la pelinegra por ellos. Su mirada se posó sobre la salida de aquel lugar, la cual comenzó a cruzar con los brazos en su pecho, sosteniendo al felino, el cual ahora dormía plácidamente entre sus brazos. Yoko miró al gatito, y lo movió un poco, causando que este levantase su cabecita y le mirase al rostro, soltando un pequeño maullido.

—Te contaré una historia…-Le susurró con suavidad. —‘‘La historia de un inmortal’’ ¿Quieres?- Le preguntó con una sonrisa, como si fuese una persona, un niño. Quizás a ojos de otros se esa pequeña escena con el gato le pareciera patético, para ella, era común.


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MensajeTema: Re: Los recuerdos... [Entrenando al Nibi]   Los recuerdos... [Entrenando al Nibi] Icon_minitimeSáb Ago 06, 2011 8:04 am

M e m o r y;
Part ~ II

[168 Líneas]


Sentada en una piedra se encontraba, en sus brazos un pequeño gatito negro, acurrucado en su pecho, muerto de frío al parecer, una hora aproximadamente había pasado desde que lo había encontrado. Le había contado su historia, le había contado lo que pasaba en ese momento por su cabeza, aquel recuerdo del sujeto rubio. Su memoria no fallaba, fue la primera vez que utilizó el Nibi, su poder. El sujeto ese parecía débil, patético, más no lo era. Le había causado bastante daño a la pelinegra, que en ese entonces era pequeña, apenas alcanzaba la altura de 1,63, nunca fue muy alta que digamos. Aquel hombre le llevaba como dos cabezas, su cuerpo obviamente era mucho más grande que el de ella, dándole una buena paliza a la niña que apenas se podía mantener en pie. Su espada se rompió durante aquel combate, se encontraba indefensa.

—Mi último recuerdo fue…- Susurró mientras intentaba recordar, al final de la batalla su memoria se volvía confusa, ya que había perdido el conocimiento. Pero segura estaba que había usado el poder el Nibi, su cuerpo sufría de quemaduras en la piel, por su poder, aunque no le importaban mucho, su cuerpo se regeneraría, una ventaja de su inmortalidad. —Qué mal cuento cosas.- Le dijo mirando a el gatito que tenía entre brazos, tenía mucho frío al parecer el pequeño, cosa a la cual Yoko se levantó de donde se encontraba y comenzó a caminar, hasta llegar a una casa no muy lejos de allí, cruzando un bosque. Era un lugar que conocía de pequeña, que el le había enseñado.

—Aquí estaremos un rato.- Le dijo al felino entre sus brazos, que levantaba su cabeza y miraba la casa frente a ellos, no era lujosa, ni mucho menos, era pasable, una simple choza. Caminó hasta la puerta y la abrió con cuidado, pasando dentro de la casa, buscó el interruptor de la luz, prendiendo la misma y iluminando parte de la casa. Cerró la puerta y dejó al felino sobre la mesa. —Espera aquí.- Le dijo en un tono suave, acariciando su cabeza y dejando al felino solo por unos segundos, mientras revisaba que en la casa hubiese cosas para prender fuego, leña, agua potable, agua caliente, demás. A los minutos volvió y suspiró, tomando al gato en brazos y dirigiéndose al baño, entrando al mismo y dejando al gato encima de un bidé.

—Tomaremos un baño caliente.- Le dijo sonriendo, sabía que a los gatos no le gustaría el agua, pero seguro en busca de calor no se quejaría de ello. Había una bañera, llena de agua caliente, a medida y no a exceso, no quería quemarse ni nada por el estilo. Se quitó la chaqueta, dejándola tirada en el suelo, y luego de eso su top, que tapaba sus pechos, dejándola con el torso completamente desnudo. Bajó sus manos y comenzó a desabrochar su cinto, luego de eso el pequeño pantalón, bajándolo y dejándolo tirado en el piso, junto a lo demás. Se inclinó y comenzó a quitarse sus botas, dejándolas a un costado, luego de eso se quitó su última prenda, quedando completamente desnuda frente al gato. Suspiró. Tomó al gato y caminó hasta la bañera, metiéndose en ella, sentándose en la misma, recostándose. El gato al sentir el agua quiso arañar a la chica que lo sostenía, más al darse cuenta que daba calor, estaba caliente, quieto se quedó y se dejó mojar.

—Lindo, ¿no?-Susurró mientras apoyaba la cabeza en el borde de la bañera, mirando al gato y acostándolo en su pecho. —Sabes… Aquí es donde desperté luego de esa pelea con aquel sujeto.- Le comentó mientras dibujaba una sonrisa en su rostro. —Y lo conocí a el…-



—Esta caliente…- Pensó mientras se movía, sintiendo una tela suave rosar contra su piel… ¿Tela suave? ¿Cómo era posible si se encontraba tirada en un campo en el medio de la nada casi? Era algo ilógico. Abrió con algo de dificultad sus ojos, y para su sorpresa se encontraba en una cama. Sorprendida, se sentó en la misma, y de inmediato un fuerte dolor sintió recorrer su cuerpo, causando que soltase un jadeo de dolor. La frazada que la tapaba se encontraba alojada en su cadera, sobre sus piernas, dejando a la vista su pecho el cual estaba completamente vendado, al igual que parte de sus brazos.

—Hasta que despertaste, niña.- Se escuchó una voz de un hombre, gruesa, algo ruda. Yoko volteó hacia donde provenía esa voz, encontrándose con un hombre de aproximadamente unos 23 o quizás 24 años de edad, pelado, repleto de tatuajes y aros en su rostro. —Gracias ¿No crees? Te salvé la vida.-Habló nuevamente, comenzando a caminar hacia la pequeña que se encontraba quieta, como congelada. —¡Oye!- Le gritó, causando que Yoko reaccionase y parpadee, para darse cuenta que el hombre se encontraba adelante suyo, a escasos centímetros de su rostro, causando que ella se sonrojase levemente, a pesar que tenía todas esas marchas, y demás no era para nada feo.

—Ahm… ¡Ah! ¡Gracias!- Le dijo algo desorientada ¿Gracias? A nadie le decía eso, era raro en ella. El hombre sonrió y se sentó al borde de la cama, mirando con detalle a la menor frente suyo.

—¿Cómo te llamas?- Le preguntó de forma tranquila, sin apartar la vista de ella.

—Yo me llamo…- Se encontraba desconcentrada, bloqueada, embobada, y todo por el hombre que estaba allí. El la miró levantando una ceja, y se acercó nuevamente a ella, posando su mano sobre la frente de la menor. Yoko en ese momento no pudo evitar sonrojarse una vez más, haciéndose para atrás, intentando evitar que la tocase. —¡Me llamo Yoko Uzumaki!- Exclamó, mientras alejaba la mano del mayor de su rostro.

—Oh… Yo me llamo Lucifer Le’Cromwell.- Le contestó mientras tomaba su mano, y besaba la parte de arriba de ella, de forma formal. Yoko en ese momento sintió como la sangre subía a sus pómulos, causando una explosión en sus mejillas y tiñéndolas de un tono carmesí, casi tanto como sus ojos, cosa que el mayor no pasó por desapercibido y sonrió de costado ante ello. —Un placer conocerla, pequeña señorita.- Dijo ya soltando su mano y dedicándole una sonrisa a la menor, causando que esta sonriera también sin saber muy bien la razón de ello. —Bien, ahora que nos hemos presentado, déjame verte las heridas, es hora de cambiar tus vendajes.- Dijo en un tono amable, mientras la menor asentía con la cabeza. El se levantó de la cama y se fue a quien sabe donde, dejando a Yoko mirando a la dirección por donde se había ido, pensando un poco.

—Lucifer… Lu-chan.- Susurró soltando una pequeña risita, con un dejo de inocencia en ella. —Oh, ya tengo apodo por lo que se ve.- Se escuchó la voz del mayor, Yoko miró hacia donde venía dicha voz, y se encontró con la mirada del mayor. —Date la vuelta.- Pidió en un tono amable, mientras se acercaba con unas gasas y alcohol al parecer. Yoko hizo lo pedido, sintiendo como comenzaba a sacar la venda que tapaba su pecho, dejándolo al descubierto, desnudo.

—Qué raro sujeto, atiende a gente de la nada y encima cambia como si nada…- Pensó tranquila, mientras sentía como desinfectaba heridas de su espalda con el alcohol, hasta que se dio cuanta de algo. —Cambiar… Yo estoy prácticamente desnuda, solo con vendas eso quiere decir…- Pensó mientras su rostro se tornaba de un color rojo de vergüenza. —Di-disculpe…- Le llamó, mientras el otro solo soltaba un pequeño ‘’Mmm’’ dándole a entender que le escuchaba. —¿Usted me cambió?- Preguntó sin rodeos, algo apenada. El mayor dejó de desinfectar sus heridas y ladeó la cabeza mirando a la menor.

—Pues, obviamente, te quité la ropa esa y me encargué de tus heridas, ¿Por qué?- Preguntó algo desconcertado por la pregunta de la femenina, era algo estúpida al decir verdad.

—Eso quiere decir que me vio desnuda.- Pensó mientras su rostro se volvía como un tomate de vergüenza, pena. —Na-nada.- Le contestó mientras intentaba volver a su tono de piel normal, quitando esas ideas de su cabeza. El mayor solo se rascó la nuca y siguió con lo suyo. Tardó una hora aproximadamente en terminar con los vendajes de ella. Luego de eso se fue nuevamente, llevándose las cosas sucias y tardando unos minutos volvió con ropa, dejándosela sobre la cama a la chica.

—Espero que te valla.-Solamente dijo, para luego salir de la habitación. Yoko se acercó gateando hacia la ropa dejada, tomándola con cuidado y estirándola. —¡WTF!- Exclamó al notar que era un kimono, rojo, con encaje negro, no le gustaba, pero tendría que ponérselo o andar por hay solamente tapada con vendas. Un suspiro con fastidio soltó y se levantó de la cama, comenzando a cambiarse. A los pocos minutos había terminado de cambiarse. Caminó y salió de la habitación, para encontrarse al mayor sentado en una silla leyendo un diario al parecer.

—Quién lo diría...- Una voz en su interior habló, pocas veces hablaba, y pero ¿porque justo ahora? Siempre que hablaba lo hacia si era realmente necesario, ¿acaso ahora era un momento necesario? ¿un momento de peligro? —Te sonrojas por un sujeto, que bajo has caído, mocosa, no eres digna de tenerme.- Habla nuevamente el Nekomata, soltando una risa al final de su hablar.

—Cierra la boca, joder.- Le calló de inmediato, hablando en voz alta, llamando la atención del hombre, el cual le miraba con curiosidad, levantando una ceja.

—Mira, ya te has hecho quedar como una loca jajaja.- La bestia se burló de ella, cosa a la cual Yoko chasqueó la lengua y le ignoró.

—Disculpa, ¿con quien hablabas?- Le preguntó levantando una ceja, con tranquilidad.

—Perfecto, ahora piensa que estoy loca... ¡Un momento! ¿Desde cuando me importa eso?- Se preguntó mientras miraba al mayor, el cual esperaba una respuesta, que tardó bastante ya que la femenina se había quedado sumergida en sus pensamientos hasta que Lucifer tosió para llamar su atención. —¡Ah! ¿Con quien hablaba? Pues...- Susurró ladeando la cabeza ¿decirle que poseía al Nekomata o inventar otra cosa? No sabía, así que optó por lo menor. —Soy la jinchuriki del Nekomata.- Le dijo sincera, dejando al mayor levemente sorprendido.

—Bueno... Eso explica la marca en forma de gato en tu espalda.- Comentó mientras comenzaba a leer el diario tranquilo. —Dime ¿Quién te ah entrenado?-

—¿Entrenado?- Susurró ladeando la cabeza, que ella recordase solo le habían entrenado en la academia ninja, luego de eso nunca más, siempre aprendió las cosas por si sola, sola... Una palabra común en ella.

—Si, entrenado.- Le aclaró nuevamente mientras esperaba paciente su respuesta.

—Nadie me ah entrenado, que yo recuerde.- Le contestó mientras caminaba hacia el y se sentaba a una silla a pocos metros del mayor, mirando el lugar con atención.

—Ya veo...- Susurró mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.



—Nyaaa ~ - Maulló el gatito, el cual le había pegado un manotazo en el rostro, haciéndola salir de sus pensamientos. Yoko se movió y dibujó una mueca de disgusto en su rostro al sentir que el agua ya se encontraba casi fría, solo suspiró y se levantó con el gatito en brazos, comenzó a salir de la bañera. Puso al gatito sobre una pequeña toalla y tomó otra, poniéndola sobre su cuerpo, secándolo con cuidado y una vez echo eso, poniéndola alrededor de su cuerpo. Tomó otra toalla y la puso en su cabeza, secando su negra cabellera y dejándola allí, para tomar al gato y marcharse del baño. Caminó hasta una habitación, entrando en ella con cuidado.

—Todo sigue casi igual.- Dijo mientras dejaba al gato sobre la cama, allí era la habitación donde había conocido a Lucifer, donde había despertado. Dejó caer la toalla al piso, comenzando a caminar desnuda por la habitación hasta llegar a un pequeño placar y abrirlo, allí adentro había ropa de hombre. —¿Aún hay ropa de el aquí?- Le preguntó ladeando la cabeza, pero eso poco importaba ahora. Tomó una camisa blanca y se la puso, le quedaba grande. Luego buscó en otro cajón más ropa, si eso seguía allí la ropa de ella también tenía que estar y efectivamente, estaba. A dado de unos segundos ya se había cambiado. Un suspiro soltó y caminó hasta la cama, tirándose en ella y cerrando los ojos, pensando, sobre el y como hubiera sido todo si no hubiera pasado “eso’’.
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