Viguilancia de la aldea

Ésta mañana al despertar, noté que 'mi padre' no estaba; pero eso no era lo peor... no había dejado de almorzar y no había ido al mandado. Después de dormir siempre me ahogaba un hambre de lo peor, y por suerte quien me acogía siempre tenía algo para que me alimentara, y ahora no fue así. Entonces no tuve más remedio que salir en busca de él, por que no me dejó ryus ni nada, y no lo culpaba, me descontrolaba con la plata al ver cada puesto de comida, en especial los de caramelos. Iba precisamente pasando por ellos y la boca se me hacía agua, mis tripas gruñían al unisono... era terrible. Pero podía aprovechar para preguntar a los dueños sí habían visto a 'mi padre', todos, ABSOLUTAMENTE TODOS, decían que estaba en la entrada, y tuve que ir hasta allá, calmar junto mi hambre en el camino.La verdad no era mucho por caminar, pero con ganas de comer ¿a quién no le es un fastidio?. Podía ver su silueta y su extravagante peinado cerca en las puertas de la aldea, podría preguntarme por que o para que estaba ahí, pero en esos momentos lo único que pasaba en mi cabeza era "comida, comida, comida" una y otra vez. Solo me faltaban unos pasos más, pero aún sin llegar decidí llamar su atención.

—¡Pudín!.— Le grité con aquel ápodo, era gracioso llamarle de esa manera. Tal vez por que era uno de mis postres favoritos, a causa de que se podían comer y también lanzar. De alguna manera Tsunayoshi tenía algo en común (?). Podría ser el hecho de que a veces lo trataba bien y a veces lo fastidiaba. Aunque bueno, seguía acercándome y una vez estando a su lado me crucé de brazos, encojida de hombros y el ceño y labios fruncidos. —No hay nada de comer.— Le dije, algo que era obvio con los gruñidos de mi estómago, pero a cualquier costa había que hacérselo saber, después de todo consideraba que era su culpa por no confiar en mi.

Lo observé solo sonreír calmadamente, como si no fuera gran cosa mi hambre, aunque ciertamente era muy común que 'renegara' por comida. Creí que me iba a dejar muriendo de hambre, algo así como una lección, no sé, él era esa clase de padres que hacían sufrir para dar aprendizajes. Estuve apunto de quejarme con algo como "¡Vas a ver, moriré algún día y será tu culpa!" y bla bla, pero un aroma me detuvo, no sabría reconocerlo después de que eran varios olores en uno. Tsunayoshi sacó un pequeño recipiente que solo constaba de abrirse para ver la variedad de antojos que traía. Todo se veía delicioso y no me tomé la molestia de comprobar los sabores, comencé a comerlo con tal de calmar mis tripas. Estaba disfrutando de mi almuerzo algo más tarde de lo usual. Cuando solo escuché un grito y en instantes todos empezaron a correr, incluso mi padre, quién tal vez para no preocuparme me dijo bromeando que comiera las verduras, odiaba algunas, pero no parecían venir en el recipiente.

—¿Qué sucede...— Me pregunté incompletamente a mí misma, después de ser interrumpida por un chico de la aldea, no entendía de que hablaba pero por una extraña razón sentí un escalofrío, todo el miedo de los que estaban a mi alrededor de alguna manera se me pasaban. Era tan extraño que sin pensarlo comencé a correr con toda la multitud de ninjas, huyendo de lo que fuera que había empezado ésta conmoción. Eramos todos guiados a algún lugar, solo sabía que debía ser en donde estuvieran seguros los aldeanos y yo estaría ahí para asegurarme de que no le pasara algo malo a ésta gente.